TEMA 4
LA ESCUELA QUE APRENDE
Las nuevas leyes educativas han puesto
de manifiesto la importancia de concebir los procesos de aprendizajes como:
saber, saber hacer y saber ser. Este nuevo escenario conlleva entender el
proceso de aprendizaje como un proceso que opera un cambio en hábitos y
conductas, estimulando la interacción de quien aprende y de su entorno físico e
inmediato, pero también de las instituciones y de la comunidad. Y es
precisamente sobre este último aspecto que quería reflexionar a lo largo de
estas líneas, a partir de una publicación muy interesante de Miguel Ángel
Santos Guerra titulada “La escuela que aprende”[1] donde el autor destaca como el trabajo
colegiado entre los docentes puede llevar a un tipo de aprendizaje compartido,
en la medida en que los profesionales de la docencia, compartiendo
informaciones, no se limitan sólo a enseñar, sino adquieren las habilidades de
investigación adecuadas para el análisis de las consecuencias de lo que están haciendo
en relación con su alumnado, con la escuela y con la sociedad.
La
idea principal es que el docente trabaje de forma eficaz y activa con
motivación, ganas y deseo de hacerlo (saber ser), despertando la mente,
analizando el entorno no sólo escolar sino también social, político y
económico, asimilando lo aprendido y adoptando una predisposición receptiva. Todo habla en la escuela. Hace
falta saber escuchar y saber analizar lo que se ha escuchado [2].
Sabemos que la escuela está llamada a
desempeñar un papel fundamental en la formación del individuo y en la formación
de la sociedad y por ello no debemos de olvidar que el intercambio de
experiencias, la puesta en común de estrategias, y la promoción de dinámicas de
integración, también enmarcadas en el nuevo espacio europeo en el que nos
movemos, non proporcionan un marco importante para diseñar todas cuantas
estrategias sean necesarias para lograr un aprendizaje de calidad.
El sentido de la iniciativa, el
espíritu emprendedor, la capacidad de planificación son todos aspectos que
deberían ser abordados ya no desde una perspectiva aislada de cada docente,
sino más bien a través de la puesta en práctica de dinámicas de dialogo y
puesta en común, discusiones en las que hacerse preguntas y encontrar soluciones
destinadas a mejorar la práctica educativa.
En definitiva, para llevar el cambio a
la práctica, es necesario que se comprometan y actúen todos los integrantes de
la comunidad educativa y de la escuela, ya que la pluralidad y la actuación de
todos los agentes tanto políticos como sociales es fundamental para lograr un
aprendizaje de calidad. Los profesores, los padres, los alumnos están llamados
a participar activamente en el proceso de renovación de la educación porque la educación es una tarea que compromete a todos los ciudadanos,
en su dimensiones ética y política en la medida en que todos se interesen y se
comprometan al fin de crear una escuela mejor y, por consecuencia, una sociedad
mejor.
Los ciudadanos que piensan y que actúan
de forma comprometida y que se enfrentan con pensamiento crítico a la situación
actual, mejorando la escuela están mejorando la sociedad entera, porque gracias
a una escuela capaz de aprender es posible contribuir a la creación de una
sociedad más libre, más equitativa y más justa.

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